Por fin he podido ver la última película de Rodrigo Sorogoyen. Después de no podoer cuadrar en Sitges y de varias semanas desde su estreno en cines, ha llegado el día.
Cuando una compañía eólica ofrece al pueblo una sustancial cantidad de dinero por las tierras, el francés no duda en oponerse, enfrentando así al resto de vecinos, en concreto con su vecino colindante, que interpreta un inmenso Luis Zahera, un personaje de esos que genera pena y odio al mismo tiempo, bueno, más odio que pena si hay que ser sincero, y hasta un poquito de miedo el ver que seguramente queden personas así todavía.
El personaje de Zahera vive junto a su hermano pequeño y su madre, lleva más de 50 años atrapado en ese pequeño pueblucho cuidando vacas, donde no hay mujeres ni mucha esperanza de encontrar algo mejor. Así que, cuando aparece la oferta de la compañía, tiene claro que es su oportunidad de irse de allí y empezar de cero en otro lugar, pero la oposición del francés, que quiere cuidar su huerto, le llevará a hacerle la vida imposible en una disputa que ya ves que no acabará bien.
Sorogoyen se lo toma con calma, construye de forma consistente la situación en el pueblo, y aunque consigue que se lleve bien, es en su acto final donde creo que se alarga en exceso para llegar al final a la resolución que todos esperábamos y luego acabar de forma abrupta, cuando me hubiera gustado ver algo más. Pero de todas maneras estamos frente a un thriller donde hay momentos cotidianos de tensión palpable y una trama sencilla pero que te atrapa y te remueve.